De vuelta ya con nuestras secciones fijas, hemos seleccionado el libro del mes de enero. En esta ocasión se ha elegido es El lunes nos querrán, de la autora Najat El Hachmi.
El lunes nos querrán nos cuenta la historia de una joven musulmana que vive en un barrio marginal de la periferia de Barcelona, en el que vive una mayoría de inmigrantes musulmanes observantes de las normas religiosas y culturales del lugar del que provienen.
La protagonista de la novela es una joven con un padre que cada vez es más estricto con las normas musulmanas, sobre todo en lo que respecta a ella que ha dejado de ser una niña y en la que empieza a ver a una mujer sobre la que siempre pesa la sospecha, a la que hay que atar corto para que no se salga del camino recto, cohibiendo todos sus impulsos y creando en ella un sentimiento de culpa difícil de vencer. Un hombre que no se pierde los sermones que dan en la televisión y que tiene un reloj que llama a la oración. Su madre es una madre totalmente sometida que no sale más que lo imprescindible a la calle. También tiene hermanos, menores que ella, y que solo por el hecho de ser varones gozan de una libertad que ella no podría ni siquiera soñar.
El lunes nos querrán es en realidad una larga carta que la protagonista escribe a su mejor amiga, una chica del barrio un par de años mayor que ella y que, aunque sus padres son del mismo pueblo que su familia, goza de mayor libertad ya que son mucho más permisivos. Una amiga que ve el mundo diferente, más acorde con lo que ella sueña, lejos de ese al que está sometida y en el que hasta ahora las únicas vías de escape que se ha permitido han sido leer, escribir y estudiar, algo en lo que se esfuerza sin límite para salir del barrio y escapar a su control, ya que estas muchachas no solo se las controla en casa, siempre en el barrio hay alguien pendiente de cómo van vestidas, con quien hablan, lo que hacen, con quién se cruzan o si hacen algún gesto poco apropiado, para poner a la familia sobre aviso.
Nuestra protagonista es una joven que quiere hacer las cosas propias de su edad: estudiar, maquillarse, enamorarse, vestirse como el resto de las jóvenes, pero que es consciente que no lo puede conseguir sin hacer daño a los suyos. Y es que aunque sus anhelos son fuertes no puede desprenderse del todo del ambiente opresivo de arraigadas normas religiosas en el que ha crecido, de ese sentimiento de culpa que le han inculcado, que le impide diferenciar de una trampa más para tener a la mujer sometida.
Una narración en la que destacaría que no hemos conocido el nombre de la protagonista hasta las últimas páginas. Parece como si siempre perteneciera a otros, como hija, como esposa, quizás también como amiga, como si en realidad nunca hubiera tenido identidad y, solamente al final, cuando a través de esa carta que ha escrito toma conciencia de su vida, su lucha y a lo que ha llegado, se enfrenta de verdad a todo y cuando por fin se reconoce como Naíma, la mujer que es.